6 jun 2013

Doce del patíbulo - Robert Aldrich (1967)

Reisman (interpretado por Lee Marvin) es un comandante del ejército norteamericano durante la Segunda Guerra Mundial que, debido a su conducta indisciplinada y obscena se gana el odio de los demás altos mandos, los cuales le cargan el muerto de una misión completamente absurda que este acepta por cuestión de honor, adiestrar a doce reos amnistiados para formar un escuadrón de paracaidistas con el fin de volar por los aires una casa llena de cargos nazis importantes.

Al principio de la película estos doce se muestran como un grupo de personas sin cohesión, individualistas y egoístas en los que no se puede confiar por sus ansias de evasión. Poco a poco los personajes van evolucionando y se van caracterizando hasta que el grupo adquiere la dimensión de un solo individuo, en él adquiere una gran importancia Franko (John Cassavetes) que consigue fraguarse un gran carisma dentro del grupo que le hace lograr el liderazgo, personalmente opino que es la mejor figura del reparto, un brillante actor capaz de comenzar la película inspirando desconfianza y repulsión para acabar convirtiéndose en uno de un admirado héroe de guerra.

 La película se apoya, en su inicio en una magnífica banda sonora que da juego mientras se produce una de las escenas que sinceramente, no pasaría nada si fuese eliminada, y es cuando se presenta a los doce penados,  bombardeando al espectador con una infinidad de nombres, números y datos imposibles de asimilar que se podrían haber ido lanzando a lo largo del filme perfectamente. 

El mensaje de la película no es muy profundo ni moralizador, es el repetido hasta la saciedad en prácticamente todas las historias sobre el ejército norteamericano: dar la vida por la patria proporciona un honor capaz de absolver incluso de una vida de delincuencia y criminalidad.

A lo largo de la película es la luz la que marca la significación de las escenas, creando un juego claridad - oscuridad para dar esta sensación, los vestuarios y decorados son inmejorables, perfectamente adecuados al momento histórico concreto al que se refiere consiguiendo así darle un realismo insuperable, sobre todo en la escena bélica final donde un entramado de planos bastante dinámicos e intrincados, explosiones, luces y otros efectos especiales consiguen darle una espectacularidad justa para mantenernos en el plano de lo real, característica que, por desgracia no podemos resaltar en algunas películas bélicas de la Segunda Guerra Mundial que acaban pareciendo de ciencia ficción. 

La película en general es muy entretenida y no deja tiempos muertos, introduce además bastantes elementos humorísticos proporcionados por la camaradería del grupo y el mordaz cinismo de Lee Marvin y escenas increíbles, como por ejemplo cuando un soldado apostado en la torre de un campanario es disparado y muere mientras suena la campana accionada por su propia caída y otras nimiedades que le dan a esta entrega de Aldrich la categoría de haberse convertido en una de las mejores películas de la historia del cine.
Acracio  F.

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