26 ene 2014

Jules et Jim - François Truffaut (1961)

"Me dijiste: te amo. Te dije: espera. Iba a decirte: tómame. Respondiste: vete."

Henri Serre (Jim), Jeanne Moreau
(Catherine) y Oskar Werner (Jules)
desconozco a la cuarta
Jules y Jim son los últimos despojos del París de los años '20 y, aunque no pueden evitar impregnar cada escena con su condición de burgueses, se rebelan contra todas las normas de la moral propiamente burguesa. Consiguen superar la faceta del intelectual acomodado que dedica su vida a llenar su cerebro inútilmente, pues nada pone en práctica y, como resultado le queda una existencia cargada de ideas y teorías, pero tediosa y solitaria. A cambio son partícipes de la más bella de las historias de amor, amistad, arte y filosofía (¡qué redundancia!) junto a Catherine, interpretada graciosamente por Jeanne Moreau. Una de las conversaciones trata sobre la relación del trabajo con el placer y cambia nuestra visión del periodismo: Jim quería ser un aburrido diplomático y, tras una charla con su profesor acabó respondiendo "Ser curioso" a la pregunta sobre su mayor habilidad.

Jules y Jim
(Oskar Werner y Henri Serre)
Esa es la vida de Jim, el más hedonista de los cuerpos combinado con el más profundo de los intelectos, un curioso sin hogar que viaja por el mundo en busca de cosas que le conmuevan y de paso ganar dinero con sus historias; entregarse en pequeñas proporciones con cada una de las mujeres que encuentra, sumergiéndose en todas las personalidades sin declinar ninguna oferta, me recuerda a ese Tomás en cuya personalidad ahondaba tan pulcramente Milan Kundera en La insoportable levedad del ser. Este filme de Truffaut cuenta, al igual que la obra de Milan, con unos personajes tan vivos que acaban calando en tu mente de tal manera que te parece estar en un debate continuo con sus personalidades, que son tan completas que al autor parece habérsele ido de las manos, pues lo que comenzaron siendo sus personajes absorbieron tales ansias de libertad que llegaron a emanciparse y convertirse en ideas muy lejanas ya de haber sido creadas por una persona. 

Jules, Jim, Catherine, Albert
A pesar de sus intrincados líos amorosos, su amistad sobrevive
¡Qué párrafo más idealista acabo de escribir! En fin, la película comienza con una gran velocidad, música muy rápida, conversaciones muy rápidas e introducción del narrador (que por cierto, es Truffaut) muy rápida. Por ello es imprescindible estar atento porque en esta primera parte se contarán las juventudes más alocadas de Jim y Jules entre esculturas, boxeo, mujeres, alcohol, literatura y pitillos, como si de dos Hemingways se trataran, hasta llegar a casa de Albert, donde ven por primera vez, en una diapositiva, una escultura que les enamora de tal manera que viajan a otro país a disfrutar de la visión cercana de esos labios. En una de sus aventuras, conocen a una chica, la mencionada Catherine con los idealizados labios de la escultura femenina. Y es con ella con la que el reservado y casto Jules refrena a Jim y su hedonismo sexual: "Con esta no", lo que nos lleva a la segunda y última parte, pues es esta chica la que cambia las dos vidas de los jóvenes amigos y hasta el final se desarrolla el intrincado juego de pasiones, amantes que exigen demasiado y embarazos prevaleciendo por encima de todas las cosas la amistad de estos inseparables alter-egos. 

Durante gran parte de la cinta, el trío vive en una misma casa de campo fuera de la civilización, donde los tres podían gozar de su libertad desarrollando sus particularidades y la comodidad de una vida contemplativa. Los momentos de mayor intensidad son, por un lado la vaticinadora canción que entona Catherine en compañía de su amante Albert y, por otro, cuando tras la enternecedora llamada de Jules a Jim en la que pide no ser un estorbo para el amor de Jim y Catherine, estos dos últimos acuden prontamente a besarse con un desbordado sentimentalismo. 



"Un himno a la vida"
El director, por su cuenta, durante el filme se dedica a jugar con el cine, funciona como un factor externo que se inmiscuye en la vida de los personajes, entreteniéndose con su condición de Dios. Así, nos encontramos con modernos encuadres, estrambóticos secundarios e iluminaciones y músicas muy rompedoras. Se carga por completo los clásicos cánones de Hollywood y experimenta con la cámara, las historias y la vida humana, él mismo dijo que "Jules et Jim es un himno a la vida" y no podía haberla definido mejor, pues sus diversas carreras entre risas, sus profundas ironías y sus existencias impulsadas por el instinto, el amor y el disfrute, te da una sensación de sinceridad y sobre todo de que lo que estás viendo tras la pantalla, son ganas de vivir, de exprimirle hasta la última experiencia a cada rincón de la vida. Todo un peso pesado del cine.

20 ene 2014

Offret (El sacrificio) - Andrei Tarkovsky (1986)

Erland Josephson (Alexander)
No es debatible la cuestión de que Tarkovsky es un digno sucesor de Bergman. En su etapa soviética, con películas como La infancia de Ivan se comienzan a ver ciertos matices que acercan su estilo al director sueco, del que se distancia en la amplitud de sus escenarios y la falta de escatimación en extras. Sin embargo El sacrificio es una de las películas realizadas con la colaboración de Ingmar Bergman y esto se nota desde el principio, en el que una melodía de J. S. Bach y el misterioso cuadro de Leonardo de La adoración de los tres reyes sirven de apertura y de aviso del intimismo del que el filme estará cargado.

En una primera escena, en la que se muestra al protagonista Alexander, periodista y profesor de Estética en la universidad, parece que los histrionismos no poseerán el papel principal en la ardua tarea de profundizar en la personalidad del personaje sino que serán sus ideas sobre el mundo y sobre Dios las que configurarán las identidades desde la más fría sobriedad, pero conforme la cinta avanza se puede observar como va adquiriendo cada vez un tono más trágico y una honda inmersión en los más escondidos demonios de los personajes, eliminando de este modo el teoricismo tan empalagoso mostrado al principio.

Debatiendo sobre Nietzsche, (Alexander a la derecha)
El vieja gloria de Alexander fue un gran actor que interpretó a gigantes de la literatura como Shakespeare y Dostoievski, para dejarlo tiempo después por paranoias filosóficas. Como he comentado ya, se regocija mucho en sus conocimientos de filosofía, recitando de memoria miles de máximas para explicar su estado de ánimo, dándose contradicciones tales como mencionar a Nietzsche con su eterno retorno tras haber pronunciado un pasaje de la Biblia, pues es un católico convencido que defiende que la virtud está en el dolor, y hace apología del tedio como manera de llegar satisfactoriamente a la otra vida, de la cual no puede tener la certeza de que se dé y da pena como malgasta su vida terrenal con la esperanza de un paraíso cuando no encontrará más que oscuridad. 

Aún así, sus creencias prevalecen por su ciega fe en los sucesos inexplicables, cuya existencia demostrará el extravagante cartero que llevará a cabo un papel fundamental, (el actor que lo interpreta se encuentra, por cierto, en más de una obra de Bergman). Continuando con las disidentes ideas del protagonista, está el anti-progresismo, pero no se trata de ese ¡Paren el mundo, que me bajo! del Mayo Francés, ni una postura hippie en defensa del amor y la libertad sino de una rancia visión del progreso técnico como destructor de la fe católica y del espíritu cristiano.

Como última idea de su integrismo católico que reseñaré, se muestra a la mujer como símbolo del pecado y la maldad cuando... ¿de quién tendrá miedo, de las mujeres y su maldad o de él mismo? pues la debilidad "moral" para afrontar la castidad propugnada por los religiosos es la causa que ha llevado a la mujer a asumir el papel que ha asumido a lo largo de la historia y aunque hoy día tengamos más conciencia del igualitarismo, lo sigue asumiendo. 

Árbol que protagoniza en primer y
el último fotograma del filme
El punto de inflexión de la película, el origen de los viajes mentales por los simbólicos flashbacks que representan los tormentos de Alexander y el comienzo de su locura se ubica en la declaración de la Tercera Guerra Mundial, que lleva a un ambiente mucho más introspectivo y dramático, con ciertas sugerencias eróticas que culminará en el épico e inesperado final, para morir, por último la película tal y como empezó en el árbol que representa alguna imagen de la Biblia que no recuerdo, haciendo mella en la circularidad de la vida, el sinsentido de la existencia y el hastío de la cordura.

13 ene 2014

La playa - Danny Boyle (2000)

No quiero encasillarme pero esta entrada de hoy también trata sobre una de esas películas que despiertan algo dentro de nosotros, esas que con su afilado mensaje penetran en nuestras conciencias y nos bombardean recordándonos los sinsentidos diarios que aceptamos por inercia, sin pensarlos, que nos preguntan cosas como ¿y tú por que has ido esta mañana a trabajar/ estudiar? En efecto, la vida es, gracias a dios, corta para que lo único que cambie de un día para otro sean, con mucha suerte, las conversaciones. 


No esperes a que la vida te venza 
cuando el día anterior 
te sea exactamente igual al nuevo día.

Es el mismo horizonte cada mañana, la misma cama cada noche y los mismos compañeros de mesa día tras día lo que hizo que el protagonista de una de mis entradas antiguas (Hacia rutas salvajes - Sean Penn) dejase todo para vivir su vida en vez de simplemente pasar por ella. Esta es también una película para mochileros y Alex Supertramp, como divinidad entre los mochileros será el que me servirá de eje central para compararlo con Richard, el ficticio personaje del filme de Danny Boyle.

Si bien parece que la supervivencia es el elemento más difícil para los más intrépidos, esto se convierte una pequeñez si lo comparamos con el factor psicológico presente antes de la partida. Se trata de renunciar a toda la seguridad que se nos ha otorgado desde nacer, la seguridad que pone un plato de comida caliente delante nuestra cada día o que nos ofrece un policía al caminar en la oscuridad nocturna de la ciudad. Pero, ¿en qué momento de la vida se nos pregunta si deseamos esa seguridad? ¿en que momento firmé un documento para vender mi libertad a cambio de conformismo, obediencia y una vida carente de emociones? ¿quién decidió privarnos de nuestro lado animal nada más nacer? En definitiva, La playa  es la historia de un hombre que decidió renunciar a todo lo anterior para entregarse a una vida plenamente libre.

En cambio, adentrándonos en las psicologías de los personajes, pese a estar unidos por un orgullo latente y un gran ansia de superación materializada en la persecución de sueños, mucho se distancian en su visión del mundo pues mientras Alex parece moverse por un enorme amor al mundo que le rodea y una rebosante filantropía, el motor de Richard es un alma repleta de odio y misantropía que le lleva a tantear su alrededor en busca de su propio paraíso. Será por este motivo por el que nuestro personaje pasa de leer en voz alta fragmentos de Tolstoi como Alex hacía, a murmurar insultos hacia todo lo que contenga algún retal civilizado.

El fin último del viaje de Richard (interpretado por Leonardo DiCaprio) será encontrar acompañado de una pareja francesa, una paradisíaca playa secreta en Tailandia, pero lo cierto es que consigue encontrarla en los treinta primeros minutos de la cinta. Pero lo que no sabían era que en la isla donde la playa se encontraba estaba asentada una especie de comuna hippie autogestionada que coexistía pacíficamente con unos agricultores de marihuana que tenían allí su plantación. El resto de la película tratará de como evolucionan las relaciones personales en el seno de la comuna y sus aventuras dentro de la isla.

La película es muy buena y posee unos planos preciosos de la isla, que servirá de escenario ideal por su perfecta contraposición con la bulliciosa ciudad tailandesa que aparece al principio y que representa todo lo negativo de la civilización elevado a unos niveles insuperables. Sin embargo, la banda sonora deja mucho que desear, es buena en los momentos dramáticos y consigue transmitir el tono trágico que pretende, pero en determinados momentos en los que una canción adecuada podría haber provocado una emocionante catarsis al espectador han colocado unos temas de un pop comercial infumable que estropean una gran parte de la escena. Un excepcional acierto, debo decirlo, fue la aparición más que necesaria de una de las que, a mi juicio, es una de las mejores aportaciones de Bob Marley a la música reggae, haciendo la escena más real al ser cantada a coro por los miembros de la comuna. Se trata del himno a la libertad llamado Redemption Song:


Emancipate yourselves from mental slavery
(Emanciparos de la esclavitud mental)

En conclusión, Richard y Alex aparecen como dos caras de una misma moneda lanzada al aire por la libertad. Dos personajes que, como más del noventa por ciento de la población sintieron que no aguantaban más la vida que el sistema les proponía, con la sustancial diferencia de que ellos formaban parte de ese uno por ciento que decidieron ser coherentes con sus ideas y hacer algo al respecto, convirtiéndose pese a su fracaso en un ejemplo a seguir. De cualquier manera no ha decaído en su favor mi especial cariño hacia Alex, aunque solo sea por el simple hecho de que Hacia rutas salvajes fue una historia real.

5 ene 2014

The old man and the sea (El viejo y el mar) - Jud Taylor (1990)


Edición de la novela con
el prólogo de Juan Villalobo

El pez se añade a esta trinidad que se convertirá en un todo hasta que aparezca el letrero de “The end” en la pantalla. El gran pez. Pero comencemos por el principio. Esta película es una mera excusa para conduciros a la gran novela homónima de Ernest Hemingway en la que el filme está basado. En la breve historieta que recoge la gran aventura del pescador Santiago se encuentra, pese a su aparente simpleza, la esencia de la personalidad del escritor, el cual no precisaba de casas herméticamente cerradas al exterior para vagar por las profundidades de sus personajes a lo Ingmar Bergman sino que se evade a una exótica playa de Cuba, concretamente en un poblado pesquero cercano a La Habana. Los personajes, al encontrarse en contacto con la naturaleza y en situaciones límites de supervivencia, se desprenden de toda la chatarra social y de los convencionalismos que asedian sus conciencias para permitir la libre manifestación de su más profundo y a veces desconocido yo.

Elimina todo prejuicio humanista, como que el hombre es el centro del universo, la medida de todo o como aquello que decía Descartes de que el hombre tiene alma y el resto de animales son autómatas que, si se quejan cuando son golpeados, no es ni más ni menos que un mecanismo que avisa al ponerse en peligro el conjunto de la máquina, dicho de otro modo, es el chirrido de una rueda cuando el carro va demasiado cargado. Por contra, despoja al viejo de toda civilización, de la ciudad, de la sociedad, de la seguridad de que comerá a diario... y lo suelta en medio de la jungla que resultará ser el mar, donde, situado a la altura del resto de los animales, el ser humano queda ridiculizado por su escasa voluntad y habilidades a pesar de su gran inteligencia, representada por la caña de pescar y el barco. Estos dos aparejos son los últimos rastros de civilización que posee el viejo y se demuestra que sin ellos estaría perdido. Del mismo modo se relaciona el hombre con el arma en otras novelas del autor que se desarrollan en el África salvaje o en otros parajes exóticos.

Ernest Hemingway
El libro está impregnado de la más intensa virilidad característica del autor, su amor por la tauromaquia, el boxeo, la caza y, por supuesto, la pesca se encuentran en cierto modo representados, evidentemente no todos estos motivos aparecen en la novela pero forjan el espíritu de hierro que convierte a nuestro protagonista en un superhombre, en el macho alfa que tanto persiguió Hemingway. Parecerá que me admira y todo, nada más lejos de la realidad, son las otras facetas de su persona las que me llevaron a interesarme en él, su aventurismo, la dignificación de los bajos oficios, la concepción del arte como acción, pues esta siempre lleva intrínsecos unos sentimientos muy profundos, la repulsa por los adjetivos que tanto maquillan y entorpecen una buena novela, la búsqueda de la verdad de la existencia, etc.

Y si ya fue su vida una obra de arte en sí misma (superviviente a tres guerras, cazador en África, aventurero en todo el mundo, juventud bohemia en París de los años '20...), no fue para menos su muerte, suicidio con su escopeta de caza en el rancho donde vivía con su mujer, ¿motivo? tras este cuarto matrimonio le sobreviene una época de tranquilidad y sedentarismo, una vida carente de acción, dinamismo, aventuras; una vida carente de vida. Esto le lleva a eternas depresiones que desembocaron en apretar el gatillo del rifle que le encañonaba el cielo de la boca.

Pero volvamos al libro, este ganador del Nobel narra la que podría ser la última aventura de un viejo pescador que pasó su juventud en África, entre leones y tabernas. El viejo, en su viudez, añora tanto su vieja vida que cuando sale a pescar no piensa en los peces corrientes (y a la vez válidos para su sustento) sino que persigue a un gran pez que ni se sabe si existe para cubrir ese gran vacío que dejó en él la muerte de su mujer. Pero no mantiene mucho tiempo el suspense y pasa muy rápido a la acción con la visión de un pez espada gigante, bello, plateado y brillante con el que mantendrá una cruenta y larga batalla de la cual solo uno de los dos podrá salir victorioso. 

Fotograma de "El viejo y el mar"
de Alexandre Petrov
Volviendo a compararlo con Bergman, esta vez por asemejarse en la carencia total de secundarios, como mucho podríamos mencionar a un muchacho que aparece en el comienzo y en el final del libro, al que el viejo llama Manolín, aprendiz suyo desde su infancia y con el que mantiene una grande y tierna amistad que denota su inmensa humanidad, la cual se puede palpar también en el combate, durante el que trata como a un igual al pez y no como un objeto o un trofeo y este es un rasgo muy importante y que sugiere muchas características de Hemingway, el poético trato de tú a tú con el mar, que se convierte en un personaje más, objeto de diálogo incluso. No enfrenta al pez, al mar y al viejo como si fueran enemigos sino como piezas independientes que solo al unirse forman una perfecta máquina que posee más sentido y armonía per se que los tres elementos por separado. Así es nuestro personaje, pese a su fuerza se trata de un campechano pueblerino muy humano, y no es de extrañar ni se trata de una antítesis sino de una revelación de la lógica que lleva al hombre a reconocer a su amigo y a su enemigo con precisión para tratar a uno con amor y al otro con firmeza, y no al revés como acostumbramos a hacer. Como bien dijo Ernesto Guevara:

"Endurecerse sin perder jamás la ternura"

De la novela existen tres adaptaciones al cine, mas me limitaré a hablar sobre dos de ellas porque no he conseguido localizar la producción americana de John Sturges para verla, esta es la más antigua de las tres (1958), así que puede estar bien. 

Fotograma de "El viejo y el mar"
de Jud Taylor
La británica del '90, de Jud Taylor, es bastante fiel al libro, pero para que la obra pudiese ser considerada un largometraje, al director se le ocurrió inventarse una historia paralela con el objeto de que no fuese una aburrida sucesión de escenas prácticamente iguales con la inmensidad del mar como escenario: la de una pareja formada por una aburrida burguesa y su esposo escritor interesado en la historia de Santiago. Adivinad de que escritor se trataba, no lo dice exactamente, pero lo da a entender. En cuanto al intento de Hemingway, estaba bastante malogrado, me quedo con el conseguido tipo duro que aparece reflejado en Midnight in Paris de Woody Allen. Otro fallo que le veo, tras haber leído el libro es el de dar por hecho un dato bastante significativo que en el libro quedaba ambiguo: si el viejo era abuelo o no de Manolín, pero claro, al añadir personajes nuevos no cuadraban las cuentas si se dejaba abierto.

Fotograma de "El viejo y el mar"
de Alexandre Petrov
Por último, para finiquitar esta extensa entrada (entiéndase esto por el comentario de tres obras distintas) solo me queda hablar sobre el cortometraje de animación que realizó el gran dibujante soviético Alexandre Petrov en 1999, los dibujos, que poseen un estilo propio perfeccionado tras largos años de carrera están realizados por él y su hijo, Dimitri Petrov, estos se alejan mucho de los clásicos de la animación de Disney que lobotomizan al espectador, pues valoran al público como se merece, comprenden que son personas que aprecian la belleza y que pueden pensar por ellos mismos, cosas en las que fallan estrepitosamente las películas Disney. La estética, estilo impresionista ofrece una bellísima fotografía que da una perspectiva alternativa de la obra. Es tierna e infantil a la vez que profunda. Adquiriendo este último rasgo por la sugerencia de los pensamientos de Santiago mediante las imágenes, escaseando en gran medida los diálogos. Esta última adaptación de esta genuina obra de Ernest Hemingway es ganadora de once premios internacionales, entre ellos, el Óscar al mejor cortometraje de animación.