8 sept 2013

Midnight in Paris - Woody Allen (2011)

El cartel propagandístico de la película.
En la foto: el actor Owen Wilson pasea
por la ribera del Sena
La moderna entrega de W. Allen es una reflexión sobre la idea tan expandida entre los románticos de que existió una Edad de Oro que, por supuesto, nunca coincide con el propio presente, llegando finalmente a la conclusión de que el presente nunca es satisfactorio porque la vida en sí misma es insatisfactoria. En este contexto podríamos decir que los consumidores de arte siempre tienen ídolos lejanos en el tiempo o el espacio e identifican su personalidad con el resto de la época, tienden a pensar que todo en aquellos tiempos o lugares es tan maravilloso como luce en las propias obras del artista en cuestión. Dando el mensaje de que el arte no es algo geográfico ni situado en el tiempo, que es verdad  que pudieron existir movimientos pero estos no son más que modas absurdas que perviven por la inercia y extraen toda la personalidad de los artistas. 

Por ello, se deduce que, al igual que a un historiador o a un sociólogo les toca recolectar todos los datos de su época concreta mientras los filósofos se dedican a interpretarlos, el artista de profesión tiene el deber de mirar su propio tiempo desde otra perspectiva más subjetiva y conseguir embellecer a sus pobladores, las calles de sus grandes ciudades o la personalidad imperante, con el objeto de que medio siglo más tarde algún romántico idealista piense que nació tarde y que su sitio está 50 años atrás, en su edad de oro.

En casa de Gertrude Stein.
De izquierda a derecha:
Gil, Hemingway, su amante y al fondo Picasso
Para mí, la película es una crítica a tal pensamiento pero desde el entendimiento, desde las ganas de desahogar ese mismo sentimiento ridiculizándolo con medios racionales para quitárselo de la cabeza, es decir, el autor no transmite desde la incomprensión sino desde la propia experiencia.

Para manifestar todo esta idea, el director se vale del actor Owen Wilson que interpreta a un escritor incomprendido del siglo XXI que siente que su sitio está en el París de los años '20, donde pasearía bajo la lluvia en compañía de sus escritores favoritos por los empedrados boulevards y produciría geniales obras en su tiempo libre para ganarse la vida, en vez de prostituir su arte escribiendo guiones para malas películas americanas. Su situación familiar no ayuda mucho, pues su entorno es pequeño burgués de filosofía estrechamente positivista, además de contar con un suegro acérrimo al ala derechista del Partido Republicano, con el que tiene siempre encontronazos debido a su inevitable simpatía e identificación con las clases oprimidas.

Paseando con su amante de los años 20,
la ex-novia de Picasso, una discípula de Coco Channel.
Temporalmente de vacaciones en Paris y soñando con vivir su idealismo alquilando una pequeña buhardilla con un gran tragaluz y escapando de EEUU y de los editores y productores que le chupan la sangre día a día y empobrecen su espíritu artístico, su mujer se encuentra, siendo esto el colmo para él, con unos amigos también pertenecientes a las altas clases cuya pedantería y racionalismo dan ganas de vomitar, harto de que se metan con sus fantasías, el escritor, Gil Pender decide volverse a casa paseando y ahí es cuando, perdido en busca de su hotel, un antiguo coche le recoge a media noche y este tras pensarlo se sube sin imaginarse ni por un momento que aquel coche le transportaría a los años 20 de París.

Obviamente nadie le cree y todos sospechan que sus nocturnas excursiones guardan algún secreto, pero lo cierto es que todos los días tras las campanadas que informaban de la medianoche, Gil es transportado a su edad de oro donde conocerá a ídolos suyos, tales como Hemingway, Scott Fitzgerald y su mujer, Gertrude Stein, Picasso, Buñuel o Dalí. Estos episodios tan maravillosos de su vida al final acaban absorbiéndole e, incapaz de quedarse indiferente, rompe todas sus cadenas y busca una vida nueva, la que siempre deseó, pero en el presente. 

En una fiesta de los 20, su amante acaba de explicarle que para ella la edad de oro es la Belle Époque de París
Su amante, Gil, Hemingway y Belmonte
La prometida de Gil (Marion Cotillard) es un objeto sobre el que Woody ha vertido todas las actitudes más despreciables en cualquier persona que se considere un amante del arte, el racionalismo exacerbado, la pedantería y el rechazo de la fantasía y de todo lo carente de lógica. Con una única perspectiva de la vida desde la cual analiza y clasifica todo, contradiciendo un pilar fundamental del arte que debe ir estrechamente ligado a él, la apertura mental.

Con los surrealistas Max Ray, Buñuel y Dalí
A lo largo del filme seremos deleitados con escenas perfectamente ambientadas en la París más bohemia de los '20, también secuencias muy buenas que muestran la ciudad actual y diálogos muy profundos sobre arte, la vida, el miedo a la muerte, el amor y el idealismo. Todo ello adornado además con una bella melodía y canciones de Cole Porter y otros artistas similares. Es, sin duda de las mejores obras de Woody Allen que muestra su lado más bohemio además de su mordaz sentido del humor, siempre presente en sus películas. Ningún romántico debería dejar de verla. 

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