20 ene 2014

Offret (El sacrificio) - Andrei Tarkovsky (1986)

Erland Josephson (Alexander)
No es debatible la cuestión de que Tarkovsky es un digno sucesor de Bergman. En su etapa soviética, con películas como La infancia de Ivan se comienzan a ver ciertos matices que acercan su estilo al director sueco, del que se distancia en la amplitud de sus escenarios y la falta de escatimación en extras. Sin embargo El sacrificio es una de las películas realizadas con la colaboración de Ingmar Bergman y esto se nota desde el principio, en el que una melodía de J. S. Bach y el misterioso cuadro de Leonardo de La adoración de los tres reyes sirven de apertura y de aviso del intimismo del que el filme estará cargado.

En una primera escena, en la que se muestra al protagonista Alexander, periodista y profesor de Estética en la universidad, parece que los histrionismos no poseerán el papel principal en la ardua tarea de profundizar en la personalidad del personaje sino que serán sus ideas sobre el mundo y sobre Dios las que configurarán las identidades desde la más fría sobriedad, pero conforme la cinta avanza se puede observar como va adquiriendo cada vez un tono más trágico y una honda inmersión en los más escondidos demonios de los personajes, eliminando de este modo el teoricismo tan empalagoso mostrado al principio.

Debatiendo sobre Nietzsche, (Alexander a la derecha)
El vieja gloria de Alexander fue un gran actor que interpretó a gigantes de la literatura como Shakespeare y Dostoievski, para dejarlo tiempo después por paranoias filosóficas. Como he comentado ya, se regocija mucho en sus conocimientos de filosofía, recitando de memoria miles de máximas para explicar su estado de ánimo, dándose contradicciones tales como mencionar a Nietzsche con su eterno retorno tras haber pronunciado un pasaje de la Biblia, pues es un católico convencido que defiende que la virtud está en el dolor, y hace apología del tedio como manera de llegar satisfactoriamente a la otra vida, de la cual no puede tener la certeza de que se dé y da pena como malgasta su vida terrenal con la esperanza de un paraíso cuando no encontrará más que oscuridad. 

Aún así, sus creencias prevalecen por su ciega fe en los sucesos inexplicables, cuya existencia demostrará el extravagante cartero que llevará a cabo un papel fundamental, (el actor que lo interpreta se encuentra, por cierto, en más de una obra de Bergman). Continuando con las disidentes ideas del protagonista, está el anti-progresismo, pero no se trata de ese ¡Paren el mundo, que me bajo! del Mayo Francés, ni una postura hippie en defensa del amor y la libertad sino de una rancia visión del progreso técnico como destructor de la fe católica y del espíritu cristiano.

Como última idea de su integrismo católico que reseñaré, se muestra a la mujer como símbolo del pecado y la maldad cuando... ¿de quién tendrá miedo, de las mujeres y su maldad o de él mismo? pues la debilidad "moral" para afrontar la castidad propugnada por los religiosos es la causa que ha llevado a la mujer a asumir el papel que ha asumido a lo largo de la historia y aunque hoy día tengamos más conciencia del igualitarismo, lo sigue asumiendo. 

Árbol que protagoniza en primer y
el último fotograma del filme
El punto de inflexión de la película, el origen de los viajes mentales por los simbólicos flashbacks que representan los tormentos de Alexander y el comienzo de su locura se ubica en la declaración de la Tercera Guerra Mundial, que lleva a un ambiente mucho más introspectivo y dramático, con ciertas sugerencias eróticas que culminará en el épico e inesperado final, para morir, por último la película tal y como empezó en el árbol que representa alguna imagen de la Biblia que no recuerdo, haciendo mella en la circularidad de la vida, el sinsentido de la existencia y el hastío de la cordura.

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