Marcello Mastroniani y Jeanne Moreau
dan vida en esta película a un típico matrimonio de la burguesía
italiana de principios de los sesenta, formado por un intelectual
llamado Giovanni Pontano y Lidia, una chica proveniente de la alta
sociedad cariñosa, sentimental y dulce que, atraída por el cinismo
y la erudición cae locamente enamorada de este para luego llegar al
triste y fuerte desengaño al ver que el maravilloso hombre con el
que se había casado no era tan interesante como ella imaginó sino
que además de no prestarle mucha atención y caracterizarse por su
frialdad, lleva una vida bastante tediosa.
Lidia (Jeanne Moreau) reflexiona sobre su vida: "Vivo completamente sola. He nacido para estar sola". |
La segunda parte de la película,
cuando empieza “la noche”, se muestra una opulenta fiesta en la que
se hallaba reunida toda la clase pudiente de Milán en un jardín con
piscina, con caras bebidas y una genial banda de jazz que le sirven al autor
para demostrar que pese al dinero y los lujos de estas personas,
siguen teniendo un gran vacío en su interior que no completarán ni
con todo el oro del mundo producido por su hipocresía y la doble
moral burguesa, la cual está llena de insatisfacciones y envidias
que, algunos de ellos intentan superar codeándose con la alta
intelectualidad, y esto es muy palpable en el acoso que recibe Giovanni
por parte de esta gente.
Jeanne Moreau y M. Mastroniani hablan sobre su situación |
Esta entrega de M. Antonioni pertenece
al neorrealismo italiano, movimiento surgido después de la Segunda
Guerra Mundial y que fue utilizado por otros directores como
Rossellini y Vittorio de Sica, entre otros. En este género
cinematográfico se cuidan mucho las unidades de tiempo, acción y,
en menor medida, de espacio, significando esto que todo transcurre en menos de un día, en la
ciudad de Milán o en el jardín de la fiesta y que todas las acciones
realizadas están encaminadas a contar una única historia, en este
caso, la de la crisis de este matrimonio.
La interpretación de estos dos actores
es brillante, de hecho, en la primera mitad de la película no hay
prácticamente ni un solo diálogo sino que los dos interpretes, en
su soledad, pasean cada uno por la ciudad por su cuenta y, mediante los escenarios,
los muy diversos planos, la luz y la manera de andar, mirar y, en
definitiva, actuar son capaces de transmitir lo que están pensando y sus emociones y no aburrir al espectador a pesar de no contar con ningún recurso
sonoro salvo el desagradable sonido de la circulación de
automóviles.
El filme puede resultar lento y
aburrido si no se profundiza en su argumento o si no se toma en cuenta lo artístico, los recursos, aún así yo, para
concluir recomiendo fervientemente esta película, sobre todo para
conocer un cine un poco diferente al de la industria americana de
Hollywood y acercarnos a este género antes expuesto.
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