10 sept 2013

Fanny och Alexander - Ingmar Bergman (1982)

Pernilla Allwin y Bertil Guve en su cautiverio
El cine de Bergman no es humano, precisamente por ser capaz alcanzar un entendimiento de las personas que no está al alcance de ningún humano, es decir, por ser demasiado humano, tanto, que la paradoja cobra sentido al comparar a este director con una divinidad que se adentra en lo más profundo de las pasiones humanas, es un devorador que destroza las vestiduras de los mortales reduciéndolas a jirones y después de traspasar la mundana barrera de la carne disfruta dejando al desnudo el interior del hombre, sus miserias, sus virtudes y sus vergüenzas.

Fanny y Alexander es una película indispensable de su filmografía que comienza ofreciéndonos una rápida visión del escenario donde todo va a suceder, la casa de estos dos hermanos y su familia. No hace esto de una manera normal sino mostrando unos enfoques y unas perspectivas estáticas de las diferentes estancias tan bien tomadas que cada una de ellas en sí mismas podrían pasar por obras de arte: fotografías o cuadros. Ya solo con ellas se puede adivinar que algo grande va a suceder, la paz que precede a la tormenta.

El filme cuenta la historia de una familia acomodada formada en su mayoría por actores, todo es feliz en la inmensa mansión hasta que Oscar, el padre de los chicos, muere y la viuda es seducida al tiempo por un obispo protestante que le pide que abandone todas sus posesiones y que vaya con sus hijos a vivir a la catedral donde llevarán una vida humilde y austera tras casarse con él. Al poco tiempo de vivir en el imponente templo viene el desengaño: Vergérus no es el bondadoso hombre de Dios que ella pensó sino que es un déspota horroroso que, apoyado por su familia, consistente en su madre y su hermana consiguen hacer de la vida de los tres individuos un infierno. En un principio solo los niños se enfrentan directamente a él, pues la madre parecía no querer ver su garrafal error y se coloca un tupido velo que la mantiene ciega un tiempo hasta que el terror se vuelve ineludible, Alexander recibe duras palizas y castigos al no acatar la autoridad de su padrastro; haciendo un explícito guiño a la clásica historia de Shakespeare, Hamlet, Alexander ve el fantasma de su padre que le aconseja y advierte. 

El personaje de Alexander, que está interpretado por Bertil Guve, es mi favorito pues demuestra a lo largo del filme un espíritu inquebrantable y una lealtad completamente admirable, aunque parte de esta fortaleza se sostiene gracias al gran apoyo moral que para él supone su hermana, encarnada por la pequeña actriz Pernilla Allwin, llegando a mostrar esta última los mismos dones pero en versión femenina y más tímidamente, razón por la cual no llega a destacar tanto como su hermano. Ambos son totalmente expresivos y poseen mucha vida pese al carácter frío y tranquilo que impera en los países nórdicos, lo cual agudiza el drama que su encierro supone. Y es que transmiten con la mirada, sin exagerar, la desdicha que este gran cambio en sus vidas ha producido.

Jan Malmsjö y Ewa Fröling
Entrega del alma
Por otro lado está la figura de la madre, Ewa Fröling, que lejos de tacharla de inconsciente y mala madre, Ingmar nos acerca su caso, la calamidad que su viudedad supone y el consuelo que el pastor constituye en un principio. Así es el estilo de Bergman, ningún personaje está vacío, todos poseen su sustancia propia y todos quedan perfectamente caracterizados. Luego suceden historias paralelas como la de la solitaria madre Helena (Gunn Wallgren), la del sexual e inestable hermano de Oscar, Gustaf Adolf con la sirvienta Maj y un sin fin más; no obstante, ninguna queda sin recibir su merecida atención.

Como consecuencia de la fuerza dramática que requiere tranquilidad y lentitud en el guión, de la ensortijada historia principal y el gran número de tramas paralelas, el resultado final es una película que en un principio tenía una duración de cinco horas y pico que se dividió en cuatro entregas para su emisión televisiva, más tarde, para proyectarla en el cine se redujo a 3 horas y media, más o menos. Al final es esta versión cinematográfica la que ha arraigado y queda considerada como la oficial. Pese a su larga duración que provoca una especie de "jet lag", siendo exagerado esta vez, al salir de la sala, la historia te mantiene pegado a la butaca todo el tiempo sin que se llegue a hacer pesada pues es precisamente la gran cantidad de cosas a contar lo que la hace tan larga. Además, al reducirse en casi dos horas, se eliminarían las escenas menos importantes, permaneciendo así únicamente las que contienen mayor esencia, de esta manera todo el contenido de la obra posee un carácter trascendente.

Ewa Fröling y Allan Edwall
Secuencia que recoge la muerte de Oscar y
el dolor desgarrador de la viuda
A lo largo del film se podrán observar escenas conmocionadoras por su rotundidad como la muerte de Oscar, pero hay otras que también producen muchas sensaciones en las que el autor juega un poco con el espectador en el sentido que que no se ven pero se intuyen, ya sea por sonidos como por sombras o percepciones ínfimas; por ejemplo el velatorio, esa desgarradora imagen de la madre llorando por el muerto que acongoja pese a que solo se ve por el pequeño hueco que deja la puerta casi cerrada o la paliza a Alex propinada por Vergérus, en la cual se escuchan los golpes y ven ocasionalmente las sombras, mostrando la grandeza y superioridad del obispo en esos momentos.

El clima extremadamente austero es sobrecogedor, el actor que desempeña el papel del obispo, Jan Malmsjö es brutalmente bueno, pues consigue el máximo odio y el desprecio que un intérprete puede hacer sentir al espectador. Lo cual me lleva a la pregunta ¿de dónde sacaba este hombre a los actores? ¿llegaban así a sus sesiones de rodaje o es que él conseguía exprimir toda la magia y el talento interpretativo latente en su ser? Yo no me lo explico, únicamente llevo vistas tres obras de Bergman pero hasta ahora ninguno de sus personajes tiene el más mínimo desperdicio o pega.

Este fotograma es un claro ejemplo de todo lo
que quería decir sobre el decorado y el vestuario a
lo largo de la película
Por último destacaré la perfecta ambientación de la burguesía intelectual del siglo XX, con pomposos vestidos y decoraciones de la casa cercanas al estilo rococó, todo excesivamente recargado mostrando las grandes riquezas de la familia. Seguiría mencionando más y más rasgos impresionantes como las marchas fúnebres o las penetrantes sinfonías de violonchello que configuran la banda sonora, pero me siento adulador por considerar todo tan impecable sin poder aportar, con gran pesar mío, crítica alguna a esta obra maestra del cine, porque a pesar de lo dicho en un principio, Bergman sigue siendo humano y, por tanto, algún fallo aislado estoy seguro de que se me escapa, pero poca cosa, por algo será que posee cuatro Oscar, no obstante, esto no es un verdadero indicador de la calidad. ¡Cuántos peliculones se habrán perdido por ser de carácter independiente!. No, no seamos burgueses juzgando la naturaleza de una película por sus premios, aunque en esta ocasión coincido con la academia. 

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