5 ene 2014

The old man and the sea (El viejo y el mar) - Jud Taylor (1990)


Edición de la novela con
el prólogo de Juan Villalobo

El pez se añade a esta trinidad que se convertirá en un todo hasta que aparezca el letrero de “The end” en la pantalla. El gran pez. Pero comencemos por el principio. Esta película es una mera excusa para conduciros a la gran novela homónima de Ernest Hemingway en la que el filme está basado. En la breve historieta que recoge la gran aventura del pescador Santiago se encuentra, pese a su aparente simpleza, la esencia de la personalidad del escritor, el cual no precisaba de casas herméticamente cerradas al exterior para vagar por las profundidades de sus personajes a lo Ingmar Bergman sino que se evade a una exótica playa de Cuba, concretamente en un poblado pesquero cercano a La Habana. Los personajes, al encontrarse en contacto con la naturaleza y en situaciones límites de supervivencia, se desprenden de toda la chatarra social y de los convencionalismos que asedian sus conciencias para permitir la libre manifestación de su más profundo y a veces desconocido yo.

Elimina todo prejuicio humanista, como que el hombre es el centro del universo, la medida de todo o como aquello que decía Descartes de que el hombre tiene alma y el resto de animales son autómatas que, si se quejan cuando son golpeados, no es ni más ni menos que un mecanismo que avisa al ponerse en peligro el conjunto de la máquina, dicho de otro modo, es el chirrido de una rueda cuando el carro va demasiado cargado. Por contra, despoja al viejo de toda civilización, de la ciudad, de la sociedad, de la seguridad de que comerá a diario... y lo suelta en medio de la jungla que resultará ser el mar, donde, situado a la altura del resto de los animales, el ser humano queda ridiculizado por su escasa voluntad y habilidades a pesar de su gran inteligencia, representada por la caña de pescar y el barco. Estos dos aparejos son los últimos rastros de civilización que posee el viejo y se demuestra que sin ellos estaría perdido. Del mismo modo se relaciona el hombre con el arma en otras novelas del autor que se desarrollan en el África salvaje o en otros parajes exóticos.

Ernest Hemingway
El libro está impregnado de la más intensa virilidad característica del autor, su amor por la tauromaquia, el boxeo, la caza y, por supuesto, la pesca se encuentran en cierto modo representados, evidentemente no todos estos motivos aparecen en la novela pero forjan el espíritu de hierro que convierte a nuestro protagonista en un superhombre, en el macho alfa que tanto persiguió Hemingway. Parecerá que me admira y todo, nada más lejos de la realidad, son las otras facetas de su persona las que me llevaron a interesarme en él, su aventurismo, la dignificación de los bajos oficios, la concepción del arte como acción, pues esta siempre lleva intrínsecos unos sentimientos muy profundos, la repulsa por los adjetivos que tanto maquillan y entorpecen una buena novela, la búsqueda de la verdad de la existencia, etc.

Y si ya fue su vida una obra de arte en sí misma (superviviente a tres guerras, cazador en África, aventurero en todo el mundo, juventud bohemia en París de los años '20...), no fue para menos su muerte, suicidio con su escopeta de caza en el rancho donde vivía con su mujer, ¿motivo? tras este cuarto matrimonio le sobreviene una época de tranquilidad y sedentarismo, una vida carente de acción, dinamismo, aventuras; una vida carente de vida. Esto le lleva a eternas depresiones que desembocaron en apretar el gatillo del rifle que le encañonaba el cielo de la boca.

Pero volvamos al libro, este ganador del Nobel narra la que podría ser la última aventura de un viejo pescador que pasó su juventud en África, entre leones y tabernas. El viejo, en su viudez, añora tanto su vieja vida que cuando sale a pescar no piensa en los peces corrientes (y a la vez válidos para su sustento) sino que persigue a un gran pez que ni se sabe si existe para cubrir ese gran vacío que dejó en él la muerte de su mujer. Pero no mantiene mucho tiempo el suspense y pasa muy rápido a la acción con la visión de un pez espada gigante, bello, plateado y brillante con el que mantendrá una cruenta y larga batalla de la cual solo uno de los dos podrá salir victorioso. 

Fotograma de "El viejo y el mar"
de Alexandre Petrov
Volviendo a compararlo con Bergman, esta vez por asemejarse en la carencia total de secundarios, como mucho podríamos mencionar a un muchacho que aparece en el comienzo y en el final del libro, al que el viejo llama Manolín, aprendiz suyo desde su infancia y con el que mantiene una grande y tierna amistad que denota su inmensa humanidad, la cual se puede palpar también en el combate, durante el que trata como a un igual al pez y no como un objeto o un trofeo y este es un rasgo muy importante y que sugiere muchas características de Hemingway, el poético trato de tú a tú con el mar, que se convierte en un personaje más, objeto de diálogo incluso. No enfrenta al pez, al mar y al viejo como si fueran enemigos sino como piezas independientes que solo al unirse forman una perfecta máquina que posee más sentido y armonía per se que los tres elementos por separado. Así es nuestro personaje, pese a su fuerza se trata de un campechano pueblerino muy humano, y no es de extrañar ni se trata de una antítesis sino de una revelación de la lógica que lleva al hombre a reconocer a su amigo y a su enemigo con precisión para tratar a uno con amor y al otro con firmeza, y no al revés como acostumbramos a hacer. Como bien dijo Ernesto Guevara:

"Endurecerse sin perder jamás la ternura"

De la novela existen tres adaptaciones al cine, mas me limitaré a hablar sobre dos de ellas porque no he conseguido localizar la producción americana de John Sturges para verla, esta es la más antigua de las tres (1958), así que puede estar bien. 

Fotograma de "El viejo y el mar"
de Jud Taylor
La británica del '90, de Jud Taylor, es bastante fiel al libro, pero para que la obra pudiese ser considerada un largometraje, al director se le ocurrió inventarse una historia paralela con el objeto de que no fuese una aburrida sucesión de escenas prácticamente iguales con la inmensidad del mar como escenario: la de una pareja formada por una aburrida burguesa y su esposo escritor interesado en la historia de Santiago. Adivinad de que escritor se trataba, no lo dice exactamente, pero lo da a entender. En cuanto al intento de Hemingway, estaba bastante malogrado, me quedo con el conseguido tipo duro que aparece reflejado en Midnight in Paris de Woody Allen. Otro fallo que le veo, tras haber leído el libro es el de dar por hecho un dato bastante significativo que en el libro quedaba ambiguo: si el viejo era abuelo o no de Manolín, pero claro, al añadir personajes nuevos no cuadraban las cuentas si se dejaba abierto.

Fotograma de "El viejo y el mar"
de Alexandre Petrov
Por último, para finiquitar esta extensa entrada (entiéndase esto por el comentario de tres obras distintas) solo me queda hablar sobre el cortometraje de animación que realizó el gran dibujante soviético Alexandre Petrov en 1999, los dibujos, que poseen un estilo propio perfeccionado tras largos años de carrera están realizados por él y su hijo, Dimitri Petrov, estos se alejan mucho de los clásicos de la animación de Disney que lobotomizan al espectador, pues valoran al público como se merece, comprenden que son personas que aprecian la belleza y que pueden pensar por ellos mismos, cosas en las que fallan estrepitosamente las películas Disney. La estética, estilo impresionista ofrece una bellísima fotografía que da una perspectiva alternativa de la obra. Es tierna e infantil a la vez que profunda. Adquiriendo este último rasgo por la sugerencia de los pensamientos de Santiago mediante las imágenes, escaseando en gran medida los diálogos. Esta última adaptación de esta genuina obra de Ernest Hemingway es ganadora de once premios internacionales, entre ellos, el Óscar al mejor cortometraje de animación.

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