21 dic 2013

Champion - Mark Robson (1949)

Cartel que recoge bastante bien
la esencia del largometraje
Has vivido demasiado tiempo entre estatuas

Champion es ya de por sí un título que esconde una profunda ironía que se irá desvelando en el transcurso de esta película que expone la vida privada del ficticio boxeador Midge Nelly, la traducción al español del título acentúa un tanto la burla dándole un cariz más poético que se aleja de la sobriedad del original, este es El ídolo de barro.

Midge Nelly es magistralmente interpretado por Kirk Douglas, el gran tipo duro y seductor implacable. La narración no es del todo lineal sino que posee un comienzo in media res partiendo del que será el último combate del personaje para explicar su historia, comenzando por la epopeya de dos vagabundos, él y su hermano Connie (Arthur Kennedy), que recorren Estados Unidos guiándose por la falsa promesa de un negocio a medias con un tipo llamado Bud Taylor que resultó ser un timador que desapareció del lugar de encuentro tiempo antes de que estos hubiesen llegado. Se casa con la bella Ruth Roman que, bajo el nombre de Emma en la película, compartirá con Kirk Douglas la que será la única escena cargada de humanidad, buenos sentimientos y romanticismo reflejado todo ello en un breve encuentro nocturno en la playa de los personajes.

Kirk Douglas con Ruth Roman
A raíz de casarse con esta y del fracaso de la non-nata empresa que le llevó a California, se plantea probar carrera como boxeador y a codazos se abre el camino hacia la fama y el éxito. Es aquí donde se pone de manifiesto el significado de la metáfora ídolo de barro, pues periódicos y otros medios se esfuerzan día a día por labrarle entre la opinión pública una imagen asociada a todos los valores que caracterizan al deportista perfecto. Entre tanto que este se dedicaba a adorar a su personal ídolo que impulsaba todas y cada una de sus acciones y le daba motivos para partirse la cara día a día: el dólar. Así, el que parece en un principio el noble boxeador fiel al mánager que le sacó de la miseria, rebelde incorruptible por la mafia del deporte, sediento únicamente de aplausos y de reconocimiento acaba pecando de algo que en toda la historia ha constituido la perdición de muchos grandes personajes, el amor. 

Acaba por culpa de este humano sentimiento vendido a la mafia y traicionando a todos sus amigos y personas que ya en la pobreza le querían, todo a cambio de dinero, gloria y el amor de una bella rubia llamada Grace (Marilyn Maxwell). 

El filme contiene un alto contenido capitalista al puro estilo yankee, manifestado en frases como la que sigue: <<¿Que por qué no soy feliz? La felicidad está reñida con la pobreza>>. Y es que el sueño de Kelly no es sino, palabras textuales, convertir su existencia de D. Nadie en una existencia que merezca el calificativo de Señor. Señalando la ideología tan presente en el cine americano del fracasado como un estatus dentro de la sociedad que poco se relaciona con la vida propiamente dicha. En esto juega un papel de vital importancia su primer mánager Tommy Halley que representa el vago enlace entre el anonimato y la trascendencia. Marcará la carrera del protagonista la siguiente frase, muy de Nietzsche, por cierto:
Una de las escenas más cargadas de fuerza e intensidad dramática
(Kirk Douglas)

"El mundo se divide entre las personas grandes y las pequeñas, pero pocas tienen, como tú ahora, la capacidad de elegir cual de las dos quiere ser"

En cuanto al boxeo, se condena este deporte en un principio con pesados argumentos difíciles de contradecir, luego se aparenta la gran posibilidad que existe de superarlos si se posee un espíritu fuerte y, por último, para cerrar el círculo se termina con la demostración de que nadie por muy duro que sea, es capaz de salir triunfante de sus vicios y de su naturaleza putrefacta.

Ya en el campo de lo técnico, es Dimitri Tiomkin quien pondrá la estupenda banda sonora que nos acompañará en el viaje por los rincones más hondos del personaje. Ambientada en escenarios siempre oscuros, pequeños y cerrados que nos aproxima a la bella estética tan habitual de la celosa clandestinidad del cine negro de los antiguos gángsters, duros y marcados por la frialdad de su sangre. 

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